"Hay por lo menos dos formas de mostrar una erudición irritante: una, acumulando citas, y otra, no haciendo ninguna"Con este tipo de frases el que más tarde alcanzaría reconocimiento mundial por sus novelas ("El túnel" o "Sobre héroes y tumbas"), el argentino Ernesto Sábato, inició Sus primeras armas en el mundo de las publicaciones, y decimos publicaciones, debido a que, este su primer trabajo, está más cercano a un ensayo que a la narrativa.
Sin embargo, y pese, a que el mismo no estaba muy de acuerdo con la reedición de este libro, por considerar que alguna de las cosas aquí expuestas con el paso de los años ya no las compartía, se encuentran reflexiones verdaderamente notables, como la que hace sobre la fijación de lo que el denomina como "el honre de la calle", que este tiene respecto a la ciencia a la cual impresionado por sus adelantos la técnica es contemplada casi como una superstición.
El libro que si bien no tiene una coherencia temática más que el reflexionar se va construyendo de pequeños pensamientos como el que hace del hombre y la mujer:
"Habrá siempre un hombre tal que, aunque su casa se derrumbe, estará preocupado por el Universo. Habrá siempre una mujer tal que, aunque el Universo se derrumbe, estará preocupada por su casa".
Seguramente, si se trata de ocupar este trabajo para dar con atisbos del talento literario que posteriormente regalaría este argentino, se puede quedar un tanto decepcionado. Sin embargo, es palpable desde la primera página los altísimos grados de empatía con el pensar, que por ejemplo regalan este tipo de preguntas:
¿Hay más libertad acaso, para hacer una sonata que un puente?
La respuesta, al igual que en el libro, no es otorgada, quizás porque Sábato como nadie entendió que las solusiones son privativas de la ciencia, ya que el arte tiene a su cargo el generar interrogantes que muevan al espíritu.
Descubre el libro
