Por fin lograste cerrar tus hermosos ojos, y el silencio se ha apoderado de todo. Bajo a la cocina y me preparo un café buscando encandecer el interior de mi cuerpo, que demás está decir: “Se encuentra entumecido por las malas nuevas que me esperarán por la mañana”, cuando a la salida del sol se marque el principio del fin o el comienzo del ocaso.
Voy a la sala de estar, saco un disco y me dispongo a llenar el vacío con los acordes de alguna melodía atemporal. Curioso, era un disco de los Beatles que presintiendo lo que venía me regalaba una canción “Don’t let me down (no me dejes) y me invitaba a viajar a un mundo de campos y fresas (strawberry fields forever), y entonces ahí ocurrió: Nuevamente renacieron las esperanzas que creí destruídas, nuevamente me imaginé que podíamos ser el uno para el otro.
¿Quieres un helado? No gracias, prefiero un jugo.
Era verano y la pasividad lo reinaba todo. La joven pareja estaba disfrutando de lo que iban a ser sus primeras vacaciones.
Para él era su momento soñado, el que había buscado por todo un año o porqué no decirlo durante toda su vida. Para ella en cambio era un instante extraño, ya que nunca pensó terminar ahí con él caminando por el parque de la mano, ni mucho menos que después de tanto sufrimiento por fin, al parecer, la felicidad estaba llegando a su vida.
-No gracias, prefiero el de fresa, no me gusta el de naranja-
Un estallido se dejó sentir, era la taza del café que se había hecho pedasos. Una vez más me había quedado dormido soñando el instante que al amanecer sabía que nunca llegaría…
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