El otro día iba caminado por la ciudad. Iba de la mano de aquel ser que hace un rato me acompaña, cuida y me hace reír.
El clima si les soy sincero estaba medio raro: medio que llovía, medio que salía el sol. En eso un estruendoso clamor se escuchaba por doquier: ¡Paraguas, muchos paraguas!
Me detuve en el acto, algo raro estaba pasando.
-Lleve a $1000, a #1000… -escuchaba gritar a una señora.
-Qué demonios, -me decía a mí mismo. –estamos en Chile y no en Uruguay. De veras no sabía qué pensar.
En un punto entendí que esos paraguas no era lo que yo añoraba. En ningún caso buscaban resguardar el ocio de su negación; el trabajo, la deuda y la venta seguían tan firmes como siempre. Y ahí estaba la gente gritando ¡paraguas, paraguas!
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