¿con título?

Tengo ganas de escribir, ni idea de qué, menos del porqué.
Tengo ganas de soñar, ni idea con quien, menos para quien.
Tengo miedo de volar, y no saber con cual, menos a qué.

Miedo, temor. Duda reflexión.
Acaso lo único que ageno al alma no quedó.
Alegría, esperanza, bondad y libertad,
En verdad lo único que vale la pena preservar.


Mario Benedetti (1960) La Tregua: un respiro que atraerá tormenta

“si, por un lado, las actitudes extremistas provocan entusiasmo, arrastran a los otros, son índices de vigor, por otro, las actitudes equilibradas son por lo general incómodas, a veces desagradables y casi nunca parecen heroicas. Por lo general, se precisa bastante valor (una clase muy espe­cial de valor) para mantenerse en equilibrio, pero no se puede evitar que a los demás les parezca una demostra­ción de cobardía. El equilibrio es aburrido, además. Y el equilibrio es, hoy en día, una gran desventaja que por lo general la gente no perdona”, .

La novela, que según la historia es el relato más conocido de este uruguayo narra la vida de Martín Santomé, un trabajador fiscal. Relato que se entrega a partir de un diario de vida fechado en Montevideo, Febrero de 1958 a marzo de 1959, donde a partir de éste se nos da cuenta de personajes ya idos como su mujer Isabel, o de sus tres hijos; Jaime, Blanca y Esteban, en el que además se ofrece una radiografía de Montevideo de ese entonces, o de lo que había sido, en que “Antes sólo daba su coima el que quería conseguir algo ilícito. Vaya y pase. Ahora también da coima el que quiere conseguir algo lícito. Y esto quiere decir relajo total.

Todo cambia, y como no podía ser de otro modo, gracias al amor; Laura Avellaneda, una nueva trabajadora en su oficina, será la encargada de darle honor (y sentido) al título de la historia: “La tregua”, en que ahora sus cavilaciones ya no se dispondrán entorno a la rutina del trabajo y su pronta jubilación, sino algo más complejo, y a la vez más poderoso: «mantener el amor».

En que la lógica estará en que a partir de cada encuentro con ella sus obligaciones pasarán a ser necesidades, en que seguirá siendo dueño de si, pero a la vez conciente que hay otro destino que le invita a engrandecer el propio. Sin embargo, sólo por instantes, lapsus de tiempo que, unificados darán vida a la tregua, no a la paz total, y que una vez finitos, atraerán la tempestad.

Algunos pensarán que es –y siguiendo la lógica de “como agua para chocolate”- porque la felicidad plena no se alcanza nunca, y otros como el mismo Santomé que Al que llora todos los días, ¿qué le queda por hacer cuando le toque un gran dolor, un dolor para el cual sean necesarias las máximas de­fensas?

Como fuere, "Lo que pasa con La tregua es que, entre otras dificultades, la mayor que tiene es estar siempre en el filo entre la emoción legítima y una cosa que puede ser interpretada como cursi" (Mario Benedetti), aunque tal vez, y sólo tal vez, el día que encontramos todas las respuestas, entonces, alguien vino y nos cambió todas las preguntas.





Descubre la novela desde Mega Upload

historias de Joe Strummer (The Clash) que bien valen mil acordes

En verdad hay ciertas cosas que poco importan si ocurrieron en la realidad o sólo en la mente, siempre y cuando intenten retratar lo que alguien o algo les llevó a evocar.

Así fue como di con una serie de historias de uno de los músicos favoritos de este lugar, Joe Strummer, que son verdaderamente interesantes, de la época en que Joe vivió en Granada con los 091 y demás. Jesús Arias (hermano de Antonio Arias (ex cero y Lagartija Nick) fué amigo íntimo de Joe durante ese periplo y es quien las relata:


“Fabrizzi era uno de esos bohemios trotamundos que se ganaba la vida tocando su acordeón en la calle Zacatín de Granada. Era un “homeless” que interpretaba al acordeón música clásica (Tchaikovsky, Mozart, Beethoven), tangos, canciones pop, lo que fuera, siempre con una maestría increíble. Un músico excepcional.

Arias conocía a Fabrizzi desde hacía unos meses. “Había oído una música buenísima desde lejos y, conforme me acercaba, descubrí que era un acordeonista callejero. Me quedé escuchándolo al menos media hora, echándole monedas y aplaudiendo con cada nueva cosa que tocaba. Era la hostia. Al final, cuando ya el grupo de gente que se había congregado a su alrededor se había dispersado, yo seguía allí, todo embelesado”.

Le dije: ¿Cómo te llamas, tío?

Me dijo: Me llamo Juan Carlos, pero todo el mundo me llama Fabrizzi.

Le dije: Pues eres la hostia. De verdad.

Me dijo: Tú debes ser músico.

Le dije: Sí. Y estoy asombrado. ¿Cómo consigues tocar a Tchaikovsky de esa manera? Estoy alucinado.

Me dijo: Tchaikovsky no es tan complicado. Lo difícil son los Clash y los Rolling Stones.

Le dije: No me jodas. ¿Conoces a los Clash?

Me respondió: ¿Los Clash? Son mi grupo favorito.

Y empezó a tocar tyle="color: rgb(255, 204, 51);" href="http://www.youtube.com/watch?v=OgeIh_bgadM" target="_blank"> Jimmy Jazz. Jimmy Jazz.

Cuando Joe Strummer escucha que un músico callejero está tocando en un acordeón “Jimmy Jazz”, que le dice en su cara que no es Joe Strummer… Joe… Ese Joe Strummer se va a su lado y, como otro músico callejero, se pone a cantar “Jimmy Jazz” con la voz de Joe Strummer. Y los dos músicos se miran. Y Fabrizzi
toca de la hostia y Joe Strummer canta de la hostia.

Putos músicos los dos, como si estuvieran tocando en el metro de Madrid.

Y Joe cantando con lágrimas en los ojos. El día de su cumpleaños se va a Granada y se encuentra a un músico vagabundo que toca sus canciones por la calle para ganarse la vida, que le niega el derecho a ser Joe Strummer, pero que se sabe sus canciones.

Terminan el “Jimmy Jazz” y Fabrizzi le dice: “Bueno, la voz se parece bastante. Pero, si quieres, probamos con London Calling


Fabrizzi me dice luego: “Dile que sí, que es Joe Strummer”.

Se lo traduzco a Joe, al que le caen los lagrimones por toda la cara. “El mejor cumpleaños de mi vida”, dice Joe. “El mejor cumpleaños de mi vida”. Para colmo, se acercan a nuestra mesa unos turistas ingleses, y le echan unas monedas a Joe: “Brilliant, really brilliant. You both sound exactly as The Clash
(Brillante, realmente brillante. Ambos sonáis exactamente como los Clash).”.

Fuente de estas y otras historias