Horror de Somalia ha de llamar a la reflexión

Hay de tristezas que para conmover no requieren de imágenes, pues en si ya lo son. Hay de verdades que por evidentes, se obvian. El pueblo de Somalia es funesto trofeo a esta situación.



Niños que mueren a diario a causa de la hambruna, enfermedad, y sobre todo la indolencia mundial; padres que impávidos ven a sus pequeños retoños partir al cielo en busca de lo que acá se les negó: alimento al alma y cuerpo.

Al año las ocho potencias nucleares desembolsan millones en busca de “anhelada protección”, en circunstancias que son sus propias sombras las que no le dejan merecer. De hecho, EEUU gastó 6 billones de dólares en su programa de armas nucleares entre 1940 y 1996.

a diario, culpables e inocentes culposos –como yo o quizás tú- que hacemos poco por mejorar esta realidad, no compartimos el accionar que atrajo este dilema, del cual no ayudamos a safar.

En el campamento de refugiados de Dadaab, en el norte de Kenia, la tasa de niños menores de cinco años que no sobrevivió a la hambruna se ha incrementado recientemente de 1.2 a 1.8 por cada 1,000 menores, señala el informe del Comité para los Refugiados (ACNUR).

Fríos números, carentes de cuerpos, menos de almas: tú que lees este lugar trata de pensar en una vía para terminar con la maldad, ya que quizás si no la podemos erradicar, al menos el pensamiento unido le hará tambalear.




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