Hay películas que marcan paradigmas incluso desde el mismo día de su estreno. Este es el caso de la mítica Citizen Kane (el ciudadano Kane), que dejó para siempre un antes y un después de cómo se pensaba el manejo de cámaras a la hora de filmar.
Dirigida y protagonizada por el estadounidense Orson Welles, esta película fue ganadora en su momento (1941) de un premio Oscar. Curiosamente el ganado fue en la categoría de “mejor guión”, donde Welles no habría tenido gran participación.
El verdadero rol de Welles estuvo, en como se ocupó todo, absolutamente todo lo disponible en su momento para adentrarnos en la historia de Charles Foster Kane, un personaje inspirado en el magnate William Randolph Hearst, un polémico periodista, considerado el iniciador de la prensa amarillista.
Pero, más allá de premios, o no premios, lo cierto es que esta película que para muchos es considerada como el mejor filme de todos los tiempos, fue una de las primeras en ocupar la regresión temporal, contando todo desde el final al comienzo. Además de utilizar una serie de recursos como el picado o la profundidad de campo junto al de grúas para dar forma a los travellings.
Este recurso toma preponderancia sobre todo cuando nos vemos sumergidos por la música incidental a cargo de Bernard Herrman, donde al adentrarnos a cada nueva locación cerrada, primero vemos el mundo desde arriba dándonos la sensación de que podríamos controlarlo todo, pero que en vez de eso preferimos simplemente observar. Algo que Charles Foster Kane, nunca haría.
Así, podemos ser testigos privilegiados de todo el tormento y la colusión que hay en el ambiente ejemplo de esto,
la escena de chantaje de John Gettis a Kane, donde no hay necesidad de tiros rápidos o violentos de la cámara, ni menos primeros planos, ya que la angustia se siente simplemente a partir de los planos generales y medios, donde nos hace pensar y sentir que fuésemos testigos ovni sientes, ya que podemos acceder a la ventana de la información sin intervención alguna.
En resumen, una película que si bien carga con grandes juicios previos, al momento de proyectarla uno puede decidir si la valora porque le atrapa, o porque dio pie a muchos de los recursos del lenguaje cinematográfico que hoy se encuentran en nuestras películas favoritas.
Dirigida y protagonizada por el estadounidense Orson Welles, esta película fue ganadora en su momento (1941) de un premio Oscar. Curiosamente el ganado fue en la categoría de “mejor guión”, donde Welles no habría tenido gran participación.
El verdadero rol de Welles estuvo, en como se ocupó todo, absolutamente todo lo disponible en su momento para adentrarnos en la historia de Charles Foster Kane, un personaje inspirado en el magnate William Randolph Hearst, un polémico periodista, considerado el iniciador de la prensa amarillista.
Pero, más allá de premios, o no premios, lo cierto es que esta película que para muchos es considerada como el mejor filme de todos los tiempos, fue una de las primeras en ocupar la regresión temporal, contando todo desde el final al comienzo. Además de utilizar una serie de recursos como el picado o la profundidad de campo junto al de grúas para dar forma a los travellings.
Este recurso toma preponderancia sobre todo cuando nos vemos sumergidos por la música incidental a cargo de Bernard Herrman, donde al adentrarnos a cada nueva locación cerrada, primero vemos el mundo desde arriba dándonos la sensación de que podríamos controlarlo todo, pero que en vez de eso preferimos simplemente observar. Algo que Charles Foster Kane, nunca haría.
Así, podemos ser testigos privilegiados de todo el tormento y la colusión que hay en el ambiente ejemplo de esto,
la escena de chantaje de John Gettis a Kane, donde no hay necesidad de tiros rápidos o violentos de la cámara, ni menos primeros planos, ya que la angustia se siente simplemente a partir de los planos generales y medios, donde nos hace pensar y sentir que fuésemos testigos ovni sientes, ya que podemos acceder a la ventana de la información sin intervención alguna.
En resumen, una película que si bien carga con grandes juicios previos, al momento de proyectarla uno puede decidir si la valora porque le atrapa, o porque dio pie a muchos de los recursos del lenguaje cinematográfico que hoy se encuentran en nuestras películas favoritas.
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